Historia de la Senda del Oso
La historia de la senda del oso nace, sobre el trazado de dos ferrocarriles mineros. El primero, que data de 1874, enlazaba las minas de hierro y carbón del Valle de Quirós con la estación de Trubia, sumando 30 km de vías.
A este trazado se incorporó un ramal que, desde Caranga de Abajo, enlazaba con las minas de Teverga, 10 km adicionales que conformaban un trazado en forma de Y, de cuya construcción y explotación inicial se encargó la Compañía de Minas y Fundiciones de Santander y Quirós, aunque lo cierto es que al poco, y hasta su cierre, fue explotado por Sociedad Anónima Fábrica de Mieres.
En todo caso, el proyecto del ferrocarril era mucho más ambicioso, porque quiso llegar hasta el Bierzo, pero nunca pasó de la divisoria cantábrica. Por la línea, con vías del poco corriente ancho 0,75 m, circularon pequeñas locomotoras y vagonetas repletas de mineral que afrontaban a duras penas las fuertes rampas, pero sobre todo más que tirando, apurando frenos para bajar.
Antaño, los ferrocarriles debían disponer de guardafrenos a bordo de los vagones, obedeciendo estos empleados las órdenes de aflojar o apretar frenos que, con un código de silbidos, daba el maquinista. Cada guardafrenos se encargaba de dos vagones, pasando de uno a otro según hiciera falta. Construido con premisas de máximo ahorro, los túneles de la línea, 12 en total, eran especialmente angostos, siendo frecuentes los voladizos de roca sobre la vía en tramo colgados de barrancos. Y precisamente estas pétreas viseras, fueron las culpables de la muerte de varios guardafrenos que, pasando de un vagón a otro, se dejaron la cabeza en alguna de estas rocas. Y si bien las minas siguieron activas hasta 1992, el tren fue cerrado y desmantelado bastante antes, en octubre de 1963.